Día Internacional de la Mujer. La primera mujer abogada de León. Por M. Loreto Castro Sánchez. Abogada
El primer dato que consta sobre la fundación del Ilustre Colegio Provincial de Abogados (hoy “de la Abogacía”) de León es el oficio de la Regencia de la Audiencia Territorial de Valladolid, de 31 de julio de 1844. Hubo que esperar más de 100 años para que apareciera en el listado de colegiados un nombre femenino, el de la primera mujer abogada de León, Rudesinda Fernández Pereiro, quien se incorpora al Colegio -con el número 56- el 10 de julio de 1.946, según se puede comprobar en el listado de 1.948 que se conserva en los archivos del mismo, donde además consta su dirección: Plaza de la Pícara Justina, nº 1, y su teléfono: 1808.
Nacida en Villafranca del Bierzo en 1.910, Rudesinda era hija de Luis Fernández Rey, Procurador de los tribunales, y Antonia Pereiro, ama de casa. De sus cuatro hermanos, tras varias desgracias, únicamente sobrevivió Luis, quien estudió Derecho y siguió los pasos de su padre. Rudesinda (Rudes) quiso también estudiar leyes y, aunque no contó con el beneplácito de su progenitor, no se acobardó y, tras completar el Bachillerato en dos años, cuando contaba 21 se trasladó a Oviedo para realizar los estudios de Derecho, donde era la única mujer de toda la clase. Durante los últimos años se examinaría en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid, por lo que es en esta institución donde se le expide su título de Licenciado.
La familia se había trasladado de Villafranca del Bierzo a León, instalándose en una casa de la calle Fernando Merino, actual calle Ancha, y eran socios del Nuevo Recreo Industrial. Según relata su única hija, María Sofía Yvars Fernández (quien también estudió Derecho), “no éramos ricos, pero mi madre era una señorita bien de León, una de las bellezas oficiales”. Pero era una familia de izquierdas, y la guerra y las desgracias que sufrieron lo cambiaron todo.
Rudesinda, en palabras de su hija, “no era mujer que se callara, tenía una personalidad realmente fuerte” y además valiente, cualidad que, durante la Guerra Civil (1.938), le abocó a pasar más de un mes en el campo de concentración de San Marcos -cuando contaba 28 años y era estudiante de Derecho- acusada de negarse a levantar el brazo a instancias de un falangista que la paró en plena calle.
Según se recoge en su expediente de represaliada del franquismo, rescatado por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), Rudesinda declaró que se dirigía a su casa cuando, al pasar a la altura del colegio Carmelitas de León, casi en la esquina de Alfonso V, “oyó tocar la marcha real y no levantó el brazo ni se paró para saludar por considerar que dada la distancia al monumento de los Caídos y por no verlo, no tenía esa obligación”, y que en ese momento “un señor desconocido de una manera imperiosa y grosera le mandó pararse y levantara el brazo”. Rudesinda aseguró que obedeció la orden, pero que al hombre “no le gustó” y le ordenó rectificar la posición, a lo que se negó porque le pareció que la intención del desconocido era “únicamente molestarla”. El hombre tomó sus datos y la ella siguió su camino. Según su declaración oficial, cuando llegó a la altura del comercio de Lubén, en Ordoño II, “le mandó que le acompañase a las oficinas de Falange” donde fue interrogada.
Pero este incidente resulta casi carente de importancia si se tiene en cuenta que su familia ya había perdido a causa de la guerra a uno de sus miembros, su hermano Domingo, quien había sido fusilado en Puente Castro el mismo día y a la misma hora que el abuelo de Jose Luis Rodríguez Zapatero, Juan Rodríguez Lozano, el 18 de agosto de 1936.
Poco después de terminar la guerra Rudesinda se casa con Rafael Yvars, funcionario de Hacienda. El matrimonio tuvo muy escasa duración, aunque por aquél entonces el divorcio estaba prohibido en España -y haciendo nuevamente gala de una fuerte personalidad- en 1.944, con una hija de corta edad, se separó.
Y así, en mayo julio de 1.946, contando 36 años, decidió colegiarse en el Ilustre Colegio de Abogados de León para poder ejercer la abogacía, aunque finalmente no consta que llegase a hacerlo. Corría el año en que Francisco Roa de la Vega pasaba el testigo del Decanato a Lucio García Moliner.
Eran tiempos muy difíciles para las mujeres, máxime en el caso de estar separada y con una hija, y siendo además “roja”… En nuestra ciudad toda la familia estaba “señalada”. La mujer tenía que ser el reposo del guerrero, la perfecta casada. Las rebeldes eran minoría y lo pagaban caro.
Recordemos que los avances en materia de igualdad jurídica de la mujer que había realizado la II República fueron anulados por el régimen de Franco, que la relegó al ámbito doméstico y estableció la desigualdad de sexos ante la ley, quedando consagrada en el Código Civil y en el Código Penal, que castigaba con penas de cárcel el adulterio y el concubinato de las mujeres, mientras que era tolerante con el de los hombres.
El Código Civil de 1958 establecía:
– Artículo 57. El marido tiene que proteger a la mujer y esta tiene que obedecer al marido.
– Artículo 58. La mujer está obligada a seguir al marido donde este fije su residencia.
– Artículo 59. El marido es el administrador de los bienes de la sociedad conyugal.
– Artículo 60. El marido es el representante de su mujer.
También se derogó el matrimonio civil y el divorcio.
En la vida cotidiana, la mujer casada perdió el derecho a tener bienes propios. El marido era su representante legal, lo cual significaba la imposibilidad de tener un derecho tan básico como tener una cuenta corriente a su nombre en un banco o comprar y vender bienes sin su autorización.
El ideal doméstico implicaba la conveniencia de que la mujer no saliera a trabajar fuera del hogar, hecho justificable solo en caso de viudedad, soltería o ineludible necesidad. La mujer casada necesitaba un permiso escrito de su marido y no podía ejercer determinadas profesiones. Se le recomendaba que trabajara en la enseñanza o en labores realizadas desde el hogar.
En la literatura sobre el papel de la mujer prodigaban las “perlas” del siguiente estilo:
“Vida conyugal y sexual” del Doctor Corominas: “¿Cuántas mujeres médico, cuántas abogado, cuántas licenciadas en ciencias químicas ejercen con provecho su profesión? La misión de la mujer no es ésta. La mujer ha sido creada para madre de familia, y bastante y mucho tiene que aprender para cumplir debidamente tan alta misión.”
Delgado Capéans, proclamaba en “La mujer en la vida moderna”: «Es verdad que hay gobernadoras, diputadas, alcaldesas; podemos afirmar que esas alcaldes y gobernadoras no son más que figuras decorativas; los discursos, los proyectos de ley, las hondas resoluciones, los estudios profundos de alta economía son obra de sus esposos, si son casadas, y si solteras, de sus secretarios o consejeros. La oratoria de las senadoras, diputadas, etc., es casi siempre sencilla. Les falta nervio, fuerza, robustez de pensamiento, dominio del auditorio y hasta voz varonil.”
Rudesinda tuvo la oportunidad de trasladarse a Madrid con su hija, una tía suya se había quedado sola y le ofreció la posibilidad de vivir con ella. En un principio trabajó como gobernanta de un sanatorio y, posteriormente, puso una guardería en su casa. A pesar de sus escasos ingresos, siempre se preocupó y consiguió proporcionar una excelente educación académica a su hija -cierto que con ayuda de su padre- inculcándole sus valores sobre la capacidad de la mujer y la igualdad de derechos y oportunidades.
La primera abogada de León, doña Rudesinda Fernández Pereiro, constituye un auténtico ejemplo, entre tantísimos, de lo equivocadas y hasta ridículas que resultan aquellas opiniones tan autorizadas en la época, del empuje y valor de que hicieron gala muchas mujeres, no rindiéndose ante el cúmulo de obstáculos que se les presentaba y que, a pesar de todo, consiguieron superar.
¡Va por todas ellas!
Fuentes:
- Gaitero Alonso, Ana. La primera abogada de León tenía expediente de ‘roja’. Diario de León. 28 de marzo de 2017
- Gaitero Alonso, Ana. Rudes, la leonesa que peleó por ser abogada. Diario de León. 30 de abril de 2017
- Ibáñez Aller, Juan. 03-Las mujeres durante el franquismo. EducaMadrid
- Álvarez Itsaso. La mujer en tiempos de Franco. 15 de abril de 2014